jueves, 11 de septiembre de 2008

A mama mono...


Contaba la historia que hace años los dichos populares, como los conocemos hoy, no existían es el pueblo de Guaternó, sino que se iniciaron como saludos que levantaban el espíritu de aquellos que sufrían penas.

Como bien se sabe en “pueblo chico, infierno grande” y por eso se introdujo esta modalidad de decirle al cornudo de Juan, abandonado por su esposa… ¡No te preocupes negro!, que “el que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen”. Y a Doña Marta, anciana maltratada y siempre dedicada a sus hijos: “cría cuervos y te sacarán los ojos”.

Un diálogo habitual consistía en levantar el ánimo de otro pueblerino que, por lo que ya dijimos antes, los rumores corrían más rápido que el correcaminos.

Helena, una joven de buena familia, enamorada de un capataz, vivía suspirando por los rincones y todos decían: ¡No nena!, mirá que “pájaro que comió, voló”. Pero ella seguía contestando a quien se dedicara a opinar que: “a palabras necias, oídos sordos”.

Después, infaltable en todo pueblo, estaba Pepe. Un galán que se dedicaba al cuidado de su quinta y sus caballos. A sus 35 años no se animaba a comprometerse con ninguna mujer porque ya lo habían dejado plantado en la Iglesia. En el pueblo, por esta situación se murmuraba: ¡Claro, pobre Pepe!, si “el que se quema con leche, ve una vaca y llora”. Y Pepe, atento a lo que decían, respondía: y bueno, “más vale solo que mal acompañado” o no se preocupe que “al mal tiempo, siempre le puse buena cara”.

A todo esto, Doña Zulema, sentada siempre en la puerta de su vereda, lo veía pasar a Pepe y le chistaba: ¡Che pibe, buscate una novia que te vas a morir solo!, “mirá que diablo sabe por diablo, pero más sabe porque es viejo”. A modo de respuesta, Pepe se sonreía y se alejaba pensando: “¿qué puede saber de aviones el chancho si nunca miró para arriba?... pasa que Pepe, siempre esperó encontrar al amor de su vida, mientras que Doña Zulema ya había enterrado a cinco de sus maridos, pensando que en el funeral podría encontrar a la próxima víctima… a ella la apodaban la viuda negra porque al pasar repetía: ¡no se olviden que “cocodrilo que duerme es cartera”!

¡Si!, las frases se fueron imponiendo tanto que hasta se utilizaban en los sermones del Padre Mario. Si la lectura trataba de quienes traicionaron a Jesús decía: ¡ya lo ven, Dios los cría y ellos se juntan”! Si recordaba alguna promesa que algún apóstol no había cumplido, mencionaba: ¡claro, “del dicho al hecho hay un largo trecho”! Y con la historia del arca de Noé, repetía: ¡y así es la historia, “siempre que llovió, paró”.

Como si fuera poco tanto palabrerío, las misas domingueras del Padre Mario concluían con las siguientes palabras: ¡ya se pueden ir en paz y recuerden que “al que madruga, Dios lo ayuda”!
A todo esto los pueblerinos murmuraban que el Padre Mario “no daba puntada sin hilo”, pero se callaban rápidamente porque sabían que “el silencio es salud” en estos casos, donde hasta “las paredes escuchan”.

Para terminar, sólo quiero agregar que “me voy porque no hay mal que dure 100 años” y que por favor, “no me vengan con bananas verdes”.

HOY ME PUSE A LEER ANTIGUAS COSAS ESCRITAS. ESPERO QUE SE HAYAN DIVERTIDO! jajaja

Besoss

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